-No puede ser- murmuró.
-No...-sollozó la muchacha.
Ella, que lo había mirado atónita, comprendió su miedo. Miró por la ventana y se dio cuenta de lo que pasaba.
Luna llena...
Lágrimas resbalaron por sus suaves mejillas. Sabía lo que pasaría si no se escapaba, pero no podía hacerle eso...
Lentamente el chico se le acercó con los ojos llenos de lágrimas y puso sus manos sobre su cara. Le dio un beso.
-Perdonáme-le dijo-pero quiero que sepas que te amo y que nunca voy a dejar que te pase algo-agregó llorando.
-Yo también te amo-le respondió ella.
-Por eso te pido que te vayas, andáte lo más lejos que puedas, corré y escondete, no soportaría hacerte algo, corré-le dijo desesperadamente y su voz se tornó grave y a la vez temblorosa.
-Pero no...-
-Corré- la interrumpió.
Ella lloraba
-¡Te dije que corras!-le gritó él pero no era su voz, era casi como un ladrido.
Ella sintió un fuerte dolor en su cara. Las manos del chico, comenzaron a transformarse. Sus uñas se clavaron en sus mejillas porque se habían hecho largas y puntiagudas. Los ojos del muchacho se blanquearon y cayó al suelo. Sus músculos crecían poco a poco y su cuerpo se cubrió de pelo. Sus dientes también crecían y sus ojos adoptaron una mirada salvaje.
La chica estaba asustada y sin hacer ruido intentó salir de la cabaña. Habría podido hacerlo sin correr riesgos, si la madera del piso no hubiera crujido. El chico, ahora convertido en un lobo clavó su mirada en ella.
La muchacha comenzó a correr. Corrió y corrió por el camino de tierra que conducía a la cabaña, seguida por el lobo. Ya no podía más y su corazón estaba destruído por ver a su amor en ese estado. Tomó valor, suspiró y se dio vuelta, dejando que el animal se abalanzara sobre ella. Pero en lugar de dejar que sucediera, le puso las manos en la cara y la sostuvo con todas las fuerzas que le quedaban. Se miraron. El lobo aulló y ahora su mirada era triste.
-Matáme si querés, pero yo siempre te voy a amar- le dijo llorando.
Los ojos del lobo se volvieron más humanos como también su cuerpo y así, volvió a la normalidad, caído a sus pies.
A veces el amor era mejor que el odio, la valentía mejor que el miedo, y todo combinado podía solucionar grandes problemas.
Y recordarle a la gente que la amás cuando está en un mal momento ayuda.
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